2 de marzo de 2015

Carlota de Limón {Receta Mexicana}

      
     Todavía recuerdo cuando los Sábados después de comer, los niños de la casa, esperábamos frente al televisor a que empezara la película del Oeste.
     Ese día, el protagonista se llamaba Pancho Villa y estábamos seguros desde el primer momento que con aquél impresionante bigote, era el triunfador de todas las batallas.
     Saliendo un poco de esa escena, os contaré que los mismos niños llevaban persiguiendo a sus padres hacía semanas, para que les comprasen un perro. Y lo único que habían conseguido era un NO rotundo, y sin atisbos de ablandar voluntades.
  

     ¿Qué ocurrió en la película? con detalle no os lo puedo relatar por mucho que me agarro a la memoria, pero sí os diré que en el transcurso de la misma, al oír la palabra Chihuahua, los hermanos al unísono pensamos en la raza de perro que lleva ese mismo nombre (nuestras edades iban de los siete a diez años).
  

     Al día siguiente, nos faltó tiempo para escribir con el mayor secretismo del mundo, una carta dirigida a Pancho Villa, rogando porfavorporfavorporfavor que nos mandase un perro y alabando su valentía, pues ya lo habíamos visto combatir y ser el vencedor de las peleas {habían explicado en la película que los hechos eran reales}.
 

      Fuimos al escritorio de mi madre y pegamos los sellos correspondientes; y como no sabíamos lo que podía costar pero iba tan lejos, se nos ocurrió pegar todos los sellos que allí había. El Lunes por la mañana la carta salió en el correo.
     Al cabo de unas semanas,  hubo contestación. Mis padres no daban crédito ¿Qué significaba aquella carta dirigida a los niños, que venía desde el mismísimo México? ¿Desde Chihuahua? En el remite, figuraba una señora llamada Luz María Corral. En el interior del sobre, el secretario de dicha señora, se deshacía en alabanzas por la ocurrencia que habíamos tenido.
 

      Nos explicaba que Dña. Luz era ya mayor y por eso, nos escribía él de puño y letra. Aclaraba que lamentablemente enviar un perro desde tan lejos era imposible. Y comentaba  que la carta la habían recibido, porque al ir dirigida a un personaje tan insigne, el cartero había llevado la carta a su esposa. Aunque el destinatario llevase años sin pertenecer a esta vida.
     También nos adjuntaba en el sobre, una tarjeta postal firmada por Doña Luz con una foto de ella y su marido {Pancho Villa} y por último, tres billetes (que no eran de curso legal) de cuando Villa entró en la ciudad y la liberó.
     Mis padres no daban crédito, no tenían idea de todo aquél asunto; que tuvimos que explicar con pelos y señales. Nos riñeron por haber llevado todo esto en secreto, pero les hizo gracia, no lo pudieron ocultar.

     Estoy hablando de hace cuarenta años. Con esa edad, no teníamos ni idea que Pancho Villa había sido asesinado hacía cincuenta años; y su Legítima Esposa (una de ellas, porque por lo visto tuvo tantas esposas como dedos entre manos y pies) rondaría los ochenta años cuando nos contestó a la carta.

     Es una anécdota familiar que nos hace gracia recordar alguna que otra vez. Porque nosotros nos veíamos con un Chihuahua entre las manos, que era lo único que nos importaba, aunque nada de eso ocurrió.
     Nos quedamos bastante decepcionados, hasta que  nos explicaron la importancia de Villa y lo que había hecho en su país. Algún tiempo después, comprendimos que lo que nos habían enviado era un tesoro.
     Años más tarde lo que si tuvimos, fue una perra Pastor Alemán con nombre de Diosa Griega, que nos acompañó bastantes años.
     Y como me he enrollado tanto, os dejo ya con el dulce de hoy, uno de los más ricos y sencillos que podáis probar. Muy conocido en las cocinas mexicanas y postre casero donde los haya.

                                                      {Molde de 20 x 20}

* En el baso de la batidora añadimos en este orden: la leche evaporada, la leche condensada y el zumo de limón.
* Batimos durante unos minutos {dos o tres serán suficientes}, veremos que espesa y queda una mezcla cremosa.
 

 * En un molde cuadrado o rectangular empezamos a montar el pastel.
 * Ponemos en el fondo una cucharada generosa para cubrirlo  y empezamos a colocar la primera capa de galletas.
 * En la primera foto, puedes apreciar lo cremosa que queda la mezcla.

* Repartimos una capa generosa de la crema, y añadimos otra capa de galletas.
* Siempre pongo una cucharada sopera sobre cada galleta, así me aseguro que las capas sean iguales.
 * Repetimos la operación tantas veces como nos parezca y cuando lleguemos al borde del molde, terminamos con una capa generosa de la crema, que será la última.
 * Normalmente pongo cinco capas de galletas.
 * Lo tapamos con film transparente y llevamos al frigo unas horas.
 * Los sabores se asentarán, la crema espesará.
  * Al sacarlo del frigo, sólo nos queda decorarlo a nuestro gusto y servir.
 
                   
* De un día para otro está mucho más rico.
* Necesité 42 galletas, que igual no son dos paquetes enteros.
* Si lo haces en plan tarta, utilizando molde redondo, es más fácil hacerlo con galletas maría redondas.
* El limón hace una reacción al añadirlo a la leche y espesa la mezcla. A más limón, más sabor, y más espesa.
* Con lima queda también riquísima. Y las galletas Chiquilín le dan un punto impresionante.
* Este postre es muy casero y popular en las casas mexicanas. Por supuesto, como todo lo popular admite miles de variantes: añadido de nueces picadas entre las capas, melocotones troceados en almíbar, pasas, piña en trozos. Pero en casa, para que guste a todos, tiene que ser así.
* No se tarda más de diez minutos en prepararlo, y más fácil es imposible, pero eso si os digo, es realmente exquisito.
* Se puede tomar congelado, al llevar leche condensada, aunque se congele, la crema no cristaliza y es un postre frío y bien refrescante para el verano.
             

        Y eso es todo por hoy, espero que te haya gustado y nos vemos en unos días. Y ya sabes, sé feliz o al menos, inténtalo.

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